Seguro que en más de una ocasión has intentado comenzar hábitos nuevos. Y probablemente no hayas tenido éxito en muchas de ellas.
Que esto suceda es normal, somos seres de hábitos y rutinas, lo que quiere decir que nuestras rutinas antiguas tienen mayor peso sobre las que estamos tratando de instaurar.
Cuando queremos cambiar, en el mejor de los casos, nos centramos en la rutina como tal. Aunque esto suena lógico, es un error.
¿Por qué?
Los hábitos son mucho más que la ejecución de un acto. Es una “simple” respuesta automática a una señal que lo desencadena. Esto quiere decir que si de verdad queremos cambiar un hábito, debemos centrarnos en este proceso de estímulo-respuesta.
Puede parecer algo muy rudimentario. Es sencillo. Es simple. Pero no es fácil cambiar, eso ya lo sabes.
Debemos modificar todo nuestro entorno de forma consciente para eliminar la fricción al cambio. De esta forma nos estamos autoayudando y haciendo un favor a nosotros mismos. Si por ejemplo, en lugar de irte al trabajo con las manos vacías nos llevamos un tupper con una ensalada. ¿Qué crees que vas a comer?
Del mismo modo que nada más suena el despertador, vamos al baño y nos lavamos la cara. ¿No sería genial que el hacer ejercicio fuese tan sencillo como eso? Solo tiene que añadirlo en la secuencia de tu hábito matinal.
Fija hora y lugares para tus hábitos a cambiar. Prepara el entorno para que se lleven a cabo: cocina por adelantado, pon comida saludable a la vista, prepara la mochila del gimnasio el día anterior…
Cuando más hagamos, más rápido lo lograremos.
¿No te pare tentador comenzar desde ya mismo a ponerte las cosas más fáciles?